Reconstruyendo el pasado con conchas marinas microscópicas

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Laura Nathaly Torres Romero

Periodista científica

Ahora mismo miles de conchas del tamaño de un grano de arena se encuentran atrapadas en rocas de hace millones de años, enterradas en el fondo marino o meneándose al ritmo de las corrientes en mar abierto.  Aunque aparentemente su existencia no tiene que ver nada con la nuestra, estas conchas llevan inscrita en su superficie la historia del planeta que habitamos.

Desde que tenía once años, el naturalista Alcide d’Orbigny dibujó y describió unas diminutas conchas marinas que encontraba cerca de su casa en Francia y las llamó foraminíferos o forams. Por su trabajo, se considera que d’Orbigny sentó las bases de la micropaleontología y fue pionero en el estudio de estas fascinantes microconchas.  Más de 160 años después de su fallecimiento, los foraminíferos siguen cautivando a científicos de todo el mundo por la valiosa información que pueden aportar sobre el pasado del planeta.

Los foraminíferos habitan la tierra desde mucho antes que los humanos, al menos desde hace más de 500 millones de años —en el periodo cámbrico— Así es, este grupo de organismos ha sobrevivido varios eventos de extinción a lo largo del tiempo geológico.

A diferencia de los humanos, que estamos constituidos por más de treinta billones de células, estos seres tienen una única célula que los configura como organismos completos individuales. Esta célula genera una concha, generalmente de carbonato de calcio, que puede presentar una gran variedad de formas y tamaños.

Los foraminíferos tienen un registro fósil formidable porque sus conchas se conservan con facilidad en el fondo marino, es por esto que quienes más los han estudiado son micropaleontólogos y geólogos. De hecho, hay más especies descritas de forams extintos que de las que se conocen en la actualidad. 

Lo que cuentan sus conchas del pasado

Los micropaleontólogos que estudian los foraminíferos se encargan de reconstruir cómo era el planeta antes de la existencia humana con la ayuda de sus conchas fósiles, las cuales se han acumulado durante millones de años en capas de sedimento en el fondo de los océanos y en regiones donde el océano alguna vez inundó los continentes.  Para el investigador Germán Patarroyo, “una de las grandes aplicaciones que se tienen a partir de los foraminíferos es el estudio de sus conchas. A través del análisis de su composición química, podemos obtener información valiosa sobre el clima a través del tiempo geológico”.

La gran cantidad de información que los foraminíferos pueden revelar sobre las condiciones climáticas del pasado se debe a dos factores principales: su capacidad de adaptación a cambios drásticos y la forma particular en que generan sus conchas. “Construyen su concha casi en equilibrio con la composición química del agua que habitan. Cuando existen cambios ambientales en parámetros como la temperatura, la oxigenación o la salinidad, los foraminíferos empiezan a modificar la cantidad de elementos químicos que incluyen en su concha. Además, la composición química del agua también depende de cambios en el clima local y global, de forma que dichas variaciones también quedan registrados en la composición química de los forams”, explica la micropalentóloga Sofía Barragán Montilla. 

El procedimiento para obtener esa información comienza con la recolección de muestras que, dependiendo de la antigüedad de las conchas que se quieran estudiar, se extraen del sedimento marino o de rocas. Luego, se extraen los foraminíferos de las muestras y se someten a un estricto proceso de limpieza para eliminar posibles contaminantes que podrían alterar los resultados de las pruebas geoquímicas, las cuales miden, por ejemplo, las concentraciones de algunos elementos químicos. “Con el análisis de los resultados, es posible averiguar qué temperatura tenía el agua en cualquier momento del pasado donde hayan existido los foraminíferos, cuánto oxígeno había, e incluso inferir en qué momentos había más hielo en los polos», agrega Montilla.

Según Patarroyo, el estudio de los foraminíferos también es clave para comprender la historia natural de Colombia. “Varios autores han reportado la presencia de diversos macrofósiles en nuestro país, como kronosaurios, ictiosaurios, mosasaurios, amonites y cangrejos», señala el investigador. «Sin embargo, las redes tróficas no solo están compuestas por organismos grandes, sino que también incluyen a los pequeños. La pregunta que surge es: ¿dónde queda el estudio de estos microfósiles?”.

La investigación de estos organismos en Colombia enfrenta diversos desafíos, desde la escasez de oportunidades reales de investigación para micropaleontólogos, hasta la falta de equipos especializados para realizar análisis químicos. A pesar de estas dificultades, quienes se dedican al estudio de los foraminíferos estarán de acuerdo en que pocas sensaciones son más sobrecogedoras que ver bajo el estereoscopio estas diminutas conchas fósiles que esperaron durante millones de años para ser halladas.

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